La tarde languidece, el sol
herido en su esplendor, como furtivo ladrón se va ocultando, dejando en su
partida, una alfombra de colores, rojos, amarillos, ocres, violeta. Una luz
oscura, vagamente enrojecida, va envolviendo el mar: Un fino velo cae sobre sus
aguas, profundas, tranquilas, la espuma blanca
de las olas juega con él. Los algodones del cielo, movidos por el viento
le envuelven, dibujando figuras fantasmales,
carrozas de oro y plata, donde el rey sol, vistiendo su manto de armiño,
brocado ,terciopelo, se va alejando.
En la distancia el horizonte, empurpurado,
misterioso y lejano, le espera, sus
enormes y grandes fauces abiertas le arroparán
en la noche, para parirle otra vez al amanecer.