Ese corazón que late,
bajo la piel ya gastada,
va dejando una huella,
de vivencias ya pasadas.
De aquellos años
vividos,
donde las aguas cantaban,
las paredes eran fuertes,
ni el viento las derribaba.
De unos años que se fueron,
como se van las mañanas,
y que nunca volverán,
a llamar a la ventana.
Ese corazón que late,
bajo la piel ya gastada,
es como la luz del día
que lentamente se apaga.
SARA
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