sábado, 29 de junio de 2013

DESPERTAR A LA VIDA








El automóvil se paro en la plaza del  el pueblo, descendí de él, iba acompañada de mi mejor  amiga llamada “curiosidad” “ cuando mis pies, pisaron aquella tierra ,mis sentidos empezaron a desarrollarse, mis ojos, contemplaban todo lo que me rodeaba, con la pureza recién estrenada, mis oídos escuchaban el cantar del viento, el ruido del agua de una fuente, que no cesaba de manar, sonidos desconocidos que se producían en aquel entorno. Una amalgama de olores, invadía mi olfato, mi cuerpo entero se diluía con todo lo que había a mi alrededor. Todas esas cosas me fueron abriendo a la vida, haciéndome gozar del pueblo recién estrenado.
       Viví allí un tiempo, mezclándome con la gente, los árboles, los animales y todo ese conjunto de cosas me hizo crecer. Aprendí  a llamar a las cosas por su nombre, a vislumbrar un mundo que yo no conocía, aprendí lo básico lo fundamental. Fui  guardando en mi memoria recién estrenada, mis primeras vivencias..
      Llegó el día que tuve que dejar aquel oasis y esa ruptura, me hizo llorar.
      Volví a subirme al coche, esta vez, a mas de mi  amiga la “curiosidad”, me acompañaba otra, muy pequeñita, llamada ”experiencia,”
      El pueblo al que yo pretendía llegar, estaba lejos, o a mi me lo parecía, así que me surtí de los suficientes víveres y me puse en marcha.
      Fue un recorrido lleno de contrastes, a lo largo de aquella  carretera crecían árboles majestuosos, que parecían retar al cielo,  junto a otros que tenían que hacer un esfuerzo sobrehumano, para sobrevivir, había tramos llanos, sin baches y otros con cuestas que al coche le costaba remontar, en ese camino, vi cosas que  me producían extrañeza, pero al mismo tiempo que crecía la “curiosidad” y la “experiencia”,me iba empapando de una realidad hasta ahora desconocida para mi.
        A veces, cuando la “curiosidad” o la “experiencia” dormían, yo cantaba cantos de libertad, de justicia, a pleno pulmón ,sentía, que de la misma manera que el coche devoraba kilómetros yo me  tragaba el mundo.
           En una curva de la carretera, haciendo autostop , había dos personas, paré y las invité a subir, el coche ya se completó. Se presentaron,  soy la “angustia” dijo la de mi izquierda, con una voz que me hizo temblar, yo la “esperanza”, dijo la otra,  su voz era suave como el canto del mirlo al amanecer. Con  la “angustia” supe lo que era la inseguridad, el miedo y todo lo negativo, la quise echar del coche, ella se revolvió, me apretó la garganta y me amenazó con ahogarme. en ese momento la “esperanza” le dio un manotazo y la lanzó lejos, desde ese día la “angustia” ganó alguna batalla, en cambio la esperanza, venció en  todas las guerras.
     Llegó el fin del trayecto,  estaba en el pueblo del que ya no me movería. Llegue cansada, me di una ducha para quitarme el polvo del camino, me miré en el espejo y en ese momento comprendí, que la niñez se había quedado en aquel pueblo, donde la fuente no cesaba de manar, y mi juventud, la fui dejando en aquella carretera donde el coche tuvo que sortear toda clase de vicisitudes. Ahora me encuentro en ese punto donde las cosas  adquieren la  dimensión correcta, un océano es siempre un océano y no un lago.
        De todos mis compañeras de viaje a la que mas me aferro es a “la esperanza”” solemos conversar con frecuencia, junto a otra amiga  que viajó conmigo de incógnito llamada “sueños”” de esta no me separé nunca. A la angustia, la dejé tirada a las afueras de  pueblo, algunas veces intenta volver, pero procuro cerrarle todas las puertas.
          Cuando al atardecer, sentada en mi mecedora me invade la nostalgia de aquel pueblo donde cantaba el viento, de aquel camino donde recogí a la “angustia” y a  la “esperanza” abrazo a mi amiga “sueños” y juntas volamos por el cielo de los recuerdos,  estos nos llevan hasta allí. En ese momento soy feliz y tengo la completa seguridad  que no dejaré nunca a mi amiga “sueños” porque sin ellos, no merece la pena vivir.





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