El automóvil se paro en la plaza del el pueblo, descendí de él, iba acompañada de
mi mejor amiga llamada “curiosidad” “ cuando
mis pies, pisaron aquella tierra ,mis sentidos empezaron a desarrollarse, mis
ojos, contemplaban todo lo que me rodeaba, con la pureza recién estrenada, mis oídos
escuchaban el cantar del viento, el ruido del agua de una fuente, que no cesaba
de manar, sonidos desconocidos que se producían en aquel entorno. Una amalgama
de olores, invadía mi olfato, mi cuerpo entero se diluía con todo lo que había a
mi alrededor. Todas esas cosas me fueron abriendo a la vida, haciéndome gozar
del pueblo recién estrenado.
Viví allí un tiempo, mezclándome con la gente, los árboles, los animales
y todo ese conjunto de cosas me hizo crecer. Aprendí a llamar a las cosas por su nombre, a
vislumbrar un mundo que yo no conocía, aprendí lo básico lo fundamental. Fui guardando en mi memoria recién estrenada, mis
primeras vivencias..
Llegó el día que tuve que dejar aquel oasis y esa ruptura, me hizo
llorar.
Volví a subirme al coche, esta vez, a mas de mi amiga la “curiosidad”, me acompañaba otra,
muy pequeñita, llamada ”experiencia,”
El pueblo al que yo pretendía llegar, estaba lejos, o a mi me lo parecía,
así que me surtí de los suficientes víveres y me puse en marcha.
Fue un recorrido lleno de contrastes, a lo largo de aquella carretera crecían árboles majestuosos, que parecían
retar al cielo, junto a otros que tenían
que hacer un esfuerzo sobrehumano, para sobrevivir, había tramos llanos, sin baches
y otros con cuestas que al coche le costaba remontar, en ese camino, vi cosas
que me producían extrañeza, pero al
mismo tiempo que crecía la “curiosidad” y la “experiencia”,me iba empapando de
una realidad hasta ahora desconocida para mi.
A veces, cuando la “curiosidad” o la “experiencia” dormían, yo cantaba cantos
de libertad, de justicia, a pleno pulmón ,sentía, que de la misma manera que el
coche devoraba kilómetros yo me tragaba
el mundo.
En una curva de la carretera,
haciendo autostop , había dos personas, paré y las invité a subir, el coche ya se
completó. Se presentaron, soy la “angustia”
dijo la de mi izquierda, con una voz que me hizo temblar, yo la “esperanza”,
dijo la otra, su voz era suave como el
canto del mirlo al amanecer. Con la “angustia”
supe lo que era la inseguridad, el miedo y todo lo negativo, la quise echar del
coche, ella se revolvió, me apretó la garganta y me amenazó con ahogarme. en
ese momento la “esperanza” le dio un manotazo y la lanzó lejos, desde ese día
la “angustia” ganó alguna batalla, en cambio la esperanza, venció en todas las guerras.
Llegó el fin del trayecto, estaba
en el pueblo del que ya no me movería. Llegue cansada, me di una ducha para quitarme
el polvo del camino, me miré en el espejo y en ese momento comprendí, que la
niñez se había quedado en aquel pueblo, donde la fuente no cesaba de manar, y
mi juventud, la fui dejando en aquella carretera donde el coche tuvo que
sortear toda clase de vicisitudes. Ahora me encuentro en ese punto donde las
cosas adquieren la dimensión correcta, un océano es siempre un
océano y no un lago.
De todos mis compañeras de viaje a la que mas me aferro es a “la
esperanza”” solemos conversar con frecuencia, junto a otra amiga que viajó conmigo de incógnito llamada
“sueños”” de esta no me separé nunca. A la angustia, la dejé tirada a las
afueras de pueblo, algunas veces intenta
volver, pero procuro cerrarle todas las puertas.
Cuando al atardecer, sentada en mi
mecedora me invade la nostalgia de aquel pueblo donde cantaba el viento, de
aquel camino donde recogí a la “angustia” y a la “esperanza” abrazo a mi amiga “sueños” y
juntas volamos por el cielo de los recuerdos,
estos nos llevan hasta allí. En ese momento soy feliz y tengo la completa seguridad que no dejaré nunca a mi amiga “sueños”
porque sin ellos, no merece la pena vivir.
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